Resulta, en noches como esta, tan molesto el silencio como el ruido. Esa incipida nada, dispuesta a pensar pero incapaz de deshilachar con claridad la propia verdad de la misma vida. En noches como esta, la ansiedad por la calma necesaria al disernir se contrarresta con la obstinada opulencia de la distracción.

Estoy harto de la obligación de ser feliz.
Estoy harto de la obligación al éxito.
Estoy harto de esforzarme para hacer felices a las personas que quiero y que para ellas no sea suficiente.
Estoy hastiado de no saber que es lo que quiero.
Estoy harto de que la medida de la vida sea el dinero y no el valor.
Estoy harto de sentirme decepcionado por poner en los demás valores sobre los cuales también soy juzgado y me hace sentir este mismo hartazgo.
Estoy harto de la sencillez de la vida.
Estoy harto de rebuscarle un significado que no tiene.
Estoy harto de la búsqueda infructuosa de la acumulación.
Estoy harto de la pobreza material y espiritual de mis hermanos.
Estoy harto de añorar ser quien no sé quien es y sentirme frustrado por no serlo.
Estoy harto de la depresión por metas que yo mismo nunca desee.
Estoy hasta la madre de vivir con miedo, de mentirme, engañarme, y perder.
Estoy cansado de perder ¿Qué pierdo? ¿Que he estado ganando?